¡ESCÁPATE ESTE FIN DE SEMANA!
¡Mijitos chulos! se que algunos de ustedes no pudieron salir en Semana Santa. ¡Todos merecemos un break! Por eso...
Hoy, en mi sección inventada de cosas imposibles, vamos a ver cómo podemos viajar a otro país sin salir del nuestro. México todo lo consigue y todo lo logra, y eso es gracias a las oleadas de inmigrantes que llegaron a territorio azteca hace más de un siglo. Estas le dan una amplia diversidad al país y múltiples posibilidades en cuanto a cultura mijitos. Un estado heterogéneo tiene grandes posibilidades de atraer a viajantes y en eso los mexicanos somos los reyes. La influencia de Estados Unidos ha hecho que el idioma anglosajón tenga un gran peso en la sociedad, pero puede que el afán por la lengua y las costumbres inglesas venga de mucho más atrás.
En pleno centro de México es posible viajar no a EE.UU., sino a Inglaterra. Antes esto parecería una locura, pero lo cierto es que no lo es. Real del Monte esconde una bonita historia sobre la llegada de los ingleses al país en el siglo XIX. Actualmente, esta localidad no solo se encuentra dentro del programa del gobierno de “Pueblos Mágicos”, sino que representa la resistencia británica en México en forma de una pequeña colonia que mantiene las costumbres, la arquitectura, la gastronomía y el estilo lingüístico de las islas. La mayoría de familias que viven allí poseen antepasados sajones e incluso algunas de ellas son naturales de Inglaterra y se siguen refugiando en sus casas. Pero, ¿cómo es esto posible?
Los mineros pioneros
Todo este peculiar enclave nace fruto de la conexión con la minería. A principios del siglo XIX, México era una tierra fértil para la extracción de minerales, pero también falta de recursos para realizar estas labores. En el condado de Cornualles, en Inglaterra, habitaban unos de los mineros más importantes de aquella época, conocidos por su avanzada tecnología en estaño. México le ofreció la oportunidad a estos trabajadores de viajar hasta el estado de Hidalgo, donde empleo no les iba a faltar. Real del Monte era el destino elegido para tal tarea.
Los ingleses, al principio, llegaron con la intención de regresar a su tierra una vez alcanzado el objetivo, pero dos hechos iban a interponerse en su camino. Por un lado, la crisis económica que se desató en las islas británicas fue brutal. Por otro, el descubrimiento del estaño en regiones cercanas como Bolivia animó a los británicos a establecerse en las regiones de Hidalgo. Hacia mediados de siglo fueron cada vez más las familias que migraron hacia Real del Monte y que empezaron a marcar su legado en estas tierras.
Es por ello que con solo echar un pequeño vistazo a la localidad se puede comprobar la influencia inglesa. Los edificios con techos inclinados en color rojo así lo reflejan, junto a las zonas verdes ajardinadas y muy bien cuidadas. Elementos arquitectónicos neoclásicos como los altares de la Capilla del Señor de Zelontla o la Capilla de Veracruz lo muestran, sin dejar de lado la Parroquia de Nuestra Señora del Rosario. Visitar monumentos con historia no es un problema en el apodado como “pequeño Cornualles”.
Un panteón puramente inglés
En la cima de la colina más alta de Real del Monte se encuentra el hermoso y conmovedor Cementerio de Cornish, más conocido popularmente como el Panteón Inglés. En este pequeño bosque, los mineros desplazados hasta México enterraron sus cuerpos durante largos años, dando formas muy peculiares a sus tumbas dignas de ver. Con la luz del día se respira una paz inigualable, pero con la llegada de la noche el lugar toma tintes oscuros y las viejas leyendas de los viandantes cobran vida y protagonismo.
Como si de una película inglesa ideal para Halloween se tratara, la mitología local cuenta la historia de una niña apodada como “la llorona” que siempre aparece bajo el manto de estrellas para asustar a los enamorados que pretenden pasar una noche romántica por los alrededores. Como en cualquier cuento del 31 de octubre, no podían faltar los duendes de la fortuna y las brujas, que en este caso no tratan de encontrar niños para llevarlos a su escondite, sino que castigan a los bandoleros.
Aunque la historia que todos los lugareños cuentan cuando la época se aproxima es la del payaso Richard Bell, cuya tumba es la única que no está orientada en dirección hacia Cornualles. Este célebre personaje, hijo de un embajador inglés, se dedicaba al mundo del circo y en su gira por Veracruz no quiso desaprovechar la oportunidad de visitar una ciudad en la que se sintiera como en casa. Se presentó en Real del Monte y gustó mucho a los mexicanos, pero no tanto a sus compatriotas. Su humor era poco entendido por los británicos, pero sí que le permitía conectar con el público americano. Es por eso, que al descubrir el fantástico panteón decidió que sería enterrado allí y que su mausoleo picaría en la dirección opuesta al resto.
No se conoce con exactitud la veracidad de estas historias, pero la realidad es que impregnan al lugar de una atmósfera mágica que lo coloca en consonancia con el resto de asentamiento. El panteón ha sido nombrado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y es uno de los grandes reclamos del estado de Hidalgo.
Gastronomía con sello anglosajón
Aunque los mexicanos son especialmente peculiares con sus gustos gastronómicos, en Real del Monte se produce una fusión curiosa pero cuyas bases son de nuevo británicas. Famosos son sus “pastes”, bollos en forma de empanada en cuyo interior se funden carne y verduras recubiertos de una masa salada. Los migrantes no solo trajeron su cultura, sino también sus comidas típicas y estas calaron en el poblado.
Ahora los mexicanos modifican la receta a su gusto. Los ingleses dejaban reposar la masa por largo tiempo, mientras que los cocineros locales la trabajan directamente para crear el pastel. Además, los sabores picantes se han añadido como no podía ser de otra forma, sobre todo el mole o la tinga. Un manjar que los turistas no pueden resistir a probar, acompañado de un cóctel de cerveza muy típico que recibe el nombre de michelada.
Perdérselo sería un pecado y más viendo que los visitantes se llevan cajas enteras. Mi lugar favorito para comerlos se llama Los Portales y está en el mero centro del pueblo…por cierto pidan el de mole con pollo o el de arroz con leche. ¡Provecho!