Pruebas de Covid-19 en el aeropuerto de Cancún
Durante este año de pandemia he realizado algunos viajes para presentar en mis videos la situación que se vive en...
¿Sabías que los habitantes del pueblo de Pomuch ubicado al norte de Campeche -y a sólo 4o minutos de la ciudad amurallada- tienen una costumbre maya que consiste en sacar los huesos de sus difuntos para limpiarlos y dejarlos pulcros? Para los pomucheños la muerte es una nueva vida de sus seres queridos, por lo que hay que cuidarlos y procurarlos cada año. Es hacerles sentir su compañía hasta el más allá, porque para ellos, amar es no olvidar.
Para muchos extranjeros la manera en la que los mexicanos celebramos el Día de Muertos es algo fuera de serie. El simbolismo y el legado prehispánico que hasta la fecha nos distingue es un llamado de atención para ellos porque nos vestimos de calaveras, hacemos ofrendas, rituales y celebramos a todos aquellos que elevaron su alma hace tiempo. Pero…¿sabían que eso no es todo y que existen pueblos que tienen costumbres ancestrales -en fechas de muertos- que para algunos podrían resultar terroríficas?
Foto de Instagram Cortesía de @marielasantoni
En mi reciente viaje a Campeche conocí Pomuch, ubicado en el llamado Camino Real, entre San Francisco de Campeche y Mérida, en este poblado maya el Día de Muertos se celebra en vísperas del 1 y 2 de noviembre, pero antes de esos días (alrededor del 26 y 30 de octubre) la gente acostumbra ir al cementerio a lavar los huesos de sus familiares cercanos y a cambiarles un mantel especial que tejen las abuelas y que es su «vestimenta limpia».
Cuando llegué al panteón, el candado estaba abierto y esto me permitió pasar; en la entrada y con letras grandes dice «Silencio y Respeto». Eran finales de noviembre y pensé que por la fecha ya no podría ver los huesos de los difuntos expuestos, pero para mi suerte estaban a la vista. Entré y el silencio imperaba en todo el ambiente. Con voz suave hice un llamado: «buenas tardes, ¿hay alguien aquí?». No estaba el velador ni algún vigilante así que me pasé de largo. El ambiente estaba lleno de paz así que no dudé en dar el segundo paso. Lo que más salta a la vista son los coloridos nichos que dejan a la vista una caja de la que sobresalen los restos del difunto.
Después de caminar unos pasos, me quedé helada al ver los huesos de un muerto y tenerlos tan cerca y con sólo una delgada rejilla que los resguarda. A mi paso vi cráneos -con y sin cabello- y huesos de todos los tamaños. Sus restos descansan en una modesta caja de madera que es cubierta por un mantel bordado, «su vestimenta».
Estando ahí comenzó mi labor de investigación y me enteré que en Pomuch todo comienza con semanas de anticipación cuando las abuelas -de la familia del difunto- bordan estas telas blancas que representan la ropa del muerto y que según la creencia tienen que estrenar cada año para que el alma los visite o de lo contrario no volverá al mundo de los vivos.
Una vez que la persona falleció, es después de tres o cuatro años, cuando los restos de los seres queridos ya están reducidos a huesos, que son exhumados por los familiares y colocados en una caja de madera. Cuando esto sucede los trasladan a este cementerio donde se depositan en osarios junto a sus otros ya fallecidos familiares.
Una vez aquí la manera más íntima para manifestarles su amor es desempolvar a los fallecidos uno por uno con pequeñas brochas, limpiar sus cajas, reemplazar las mantas bordadas, decorar con flores y veladoras. El proceso inicia de los pies a la cabeza, cuidando el cráneo que se considera lo más preciado de la osamenta.
**Algunos de los restos, por lo general los más frescos, siguen con restos de piel, muchos tienen la delicadeza de cuidar la cabelleras de los familiares y decorarlas con broches y peinetas como le gustaba al difunto***
Para los habitantes de Pomuch, no existe la muerte, sólo la veneración en vida de otras generaciones, dispuestas a preservar las tradiciones más honorables en su cosmogonía maya y el sincretismo religioso cada año, que se mezclan entre rezos en maya, alegría y algún otro suspiro. ¡Bravo por ellos!
En las casas de los habitantes de Pomuch se preparan altares típicos con las cosas que han de traer de vuelta a los muertos iniciando por fotografías, veladoras, flores y frutas. En este tipo de altar, se ofrece el mítico pibipollo, un enorme tamal hecho con masa de maíz y frijol tierno relleno de carne de pollo, res o cerdo, envuelto en hojas de plátano. Es cocido bajo tierra porque representa la travesía del alma por el inframundo.
Cuando salí del cementerio, sentí un profundo respeto por esta tradición. La paz que el lugar me dejó, sin duda me marcó como viajera y me dejó una gran enseñanza: amar es no olvidar. ¡Gracias, Pomuch!
¿Tu cómo celebras el día de muertos mijito? ¡Mándanos tus fotos y comentarios aquí!